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miércoles, 24 de agosto de 2011

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA DANZA “EL CAPORAL”

Lic. Salvador Mamani Chaiña Cuando los españoles llegaron a tierras de América a comienzos del siglo XVI, desde los inicios de la conquista expresaron su ambición y sus deseos de codicia propios del hombre blanco venido de Europa, por querer apoderarse de las cuantiosas riquezas mineras en metales preciosos (oro y plata) que encerraba en sus entrañas esta parte del continente americano. De allí que no dudaron en establecer el cruel sistema de la mita (trabajo obligatorio y gratuito ofrecido por los nativos en la minas); y a importar esclavos negros del África, con el afán de utilizarlos en la explotación minera y saciar sus ansias de dominio, poder y riqueza. Los negritos traídos en condiciones infrahumanas desde su natal África, acostumbrados al clima cálido y abundante oxígeno, al ser trasladados a tierras del altiplano andino, no pudieron adaptarse a las gélidas regiones de la meseta sur-andina y al enrarecido aire no apto para su supervivencia, por lo que, unos huyeron a lugares de menor altitud y con climas más benignos, y otros, fueron trasladados por sus propietarios a lugares más templados, para ser utilizados como fuerza de trabajo obligatorio y gratuito en labores agrícolas y pecuarias y en condiciones infrahumanas. De allí que en su forzado peregrinaje al que fueron sometidos por sus amos, se vieron obligados a transitar por tierras puneñas, ya sea, cuando fueron trasladados a la región de los Yungas en Bolivia, o en su obligado retorno hacia las tierras de la costa peruana. En este su lento peregrinar por tierras altoandinas, mitigaron sus penas acompañándose con las nostálgicas canciones afroides cultivados por ellos, al recordar a su tierra natal, allá al otro lado del Atlántico, tierra muy querida, extrañada y añorada, pero inalcanzable; acompañándose con el tañido de sus tambores que daban ritmo y calor a su andar cadencioso y lento, acompasado por el sonado ruido de las cadenas que arrastraban al andar. Debido a este carácter festivo y alegre propio de los africanos, nacen una variada gama de danzas afroides, dentro de los que aparece la saya, como un nuevo ritmo cultivado por estos obligados peregrinos, que tuvieron que lamentar su sufrimiento, producto de la esclavitud a la que fueron sometidos por el conquistador ibérico. Siglos más tarde, la saya logra estilizarse y como raíz va gestando una serie de danzas evolutivas dentro de los cuales aparecen el tundique, la tuntuna y posteriormente la danza estilizada del CAPORAL, que es la manifestación dancística muy propia de los zambos y mulatos (fusión de la raza negra con la blanca y con otras razas oprimidas), quienes rememorando su infausto pasado, y tal vez renegando de sus oscuros orígenes, durante la ejecución de la danza, participan en bloques de varones y mujeres, dando saltos acrobáticos y son guiados y controlados por el látigo que lleva en la mano y lo va blandiendo el danzarín mayor, llamado Caporal, como una reminiscencia del mulato del pasado denominado Capanga, (favorito del patrón), quien, durante el coloniaje y parte de la república, ha reprimido a los demás integrantes de su raza a punta de látigo, convirtiéndose de este modo en el Caporal. En la actualidad, los danzantes de EL CAPORAL, durante la ejecución de la danza, realizan una representación casi teatralizada del baile, en la que ridiculizan la labor del capataz negro de los esclavos traídos del África, donde, el Caporal, que guía a los danzantes, impone disciplina y castigo durante la representación de la danza, a través de saltos acrobáticos y espectaculares, y por el excesivo uso del látigo, como queriéndose asemejar a la autoridad, a la fuerza y a la agilidad del Capanga en el pasado.

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